Por Inversis
Avanzamos hacia un futuro en el que las máquinas van a tener cada vez mayor importancia en sus relaciones con los humanos. Prueba de ello es cómo la Inteligencia Artificial (IA) y el Machine Learning (aprendizaje automático) están revolucionando el mundo. A pesar de que la IA sólo existe desde hace 70 años y todavía se está desarrollando, sus aplicaciones se extienden día a día y todavía está por ver su impacto, aunque algunos pronostican que será mayor que el descubrimiento del fuego o la electricidad.
Estas tecnologías han hecho posible los asistentes virtuales, los robo-advisors, los motores de búsqueda, los sistemas de reconocimiento facial y ocular o los coches autónomos. Otros sistemas basados en Machine Learning son capaces de predecir patrones de consumo, automatizar tareas, diagnosticar enfermedades o incluso realizar formulaciones de fármacos. Son la base sobre la que funcionan Cortana, Siri, Alexa o el Asistente de Google que todos llevamos en nuestros smartphones.
Capaz de aprender por sí mismo e incluso corregir errores, el Machine Learning es un sistema de Inteligencia Artificial que opera con una enorme cantidad de datos y en muchos casos se apoya en el Big Data. Se trata de algoritmos que trabajan con reglas y con mecanismos capaces de encontrar respuestas entre la ingente cantidad de información que procesan y que, al mismo tiempo, pueden predecir estrategias e incluso recomendar opciones.
El Machine Learning funciona con patrones y bajo supervisión humana. Un paso más allá se encuentra el Deep Learning (aprendizaje profundo), un sistema que aprende por sí mismo y es capaz de tomar decisiones a partir de los datos que posee con un sistema más sofisticado y más autónomo, sin la intervención humana.
Muchas compañías han desarrollado servicios y aplicaciones basadas en Machine Learning que ya funcionan en diferentes sectores, desde el financiero al sanitario o los servicios públicos, pasando por la educación, la justicia, el turismo, el consumo o aumentando la ciberseguridad en la banca. En realidad, cualquier sector puede beneficiarse de esta tecnología y sus algoritmos. Gracias a estas innovaciones tecnológicas está cambiando la manera de relacionarse con los clientes, con los pacientes, con los ciudadanos, con los empleados o con los hackers.
El sector financiero no es una excepción, está integrando estos sistemas y aplicándolos, por ejemplo, en los robo-advisors. Estos asistentes virtuales ayudan a los clientes en sus decisiones de inversión y les proporcionan servicios personalizados. Manejan para ello información procedente de múltiples fuentes, como noticias, datos oficiales aportados por las autoridades o por las instituciones financieras, redes sociales. Con todo ello realizan predicciones económicas o evalúan los riesgos financieros de los clientes e incluso ayudan en la detección del fraude.
Más allá del atractivo y la comodidad que tiene poder invertir desde el smartphone, hacerlo con instrucciones personalizadas que proporciona un algoritmo de aprendizaje automático que tiene en cuenta las acciones del usuario y nunca duerme, va a permitir que cualquier persona tenga acceso a estrategias y opciones que hasta ahora sólo estaban reservadas a las entidades financieras o los brokers.
Estas nuevas tecnologías suponen el punto de partida de una nueva forma de relacionarnos, de aprender y de entender el mundo. Todavía son muchos los retos de la Inteligencia Artificial que tienen que asumir las empresas y entidades españolas para alcanzar a sus homólogos europeos. Nuevas facilidades inteligentes para dar soluciones a nuestros problemas y para obtener respuestas, no solo en el entorno financiero, sino de aplicación también en todas las facetas de la vida.