Por Inversis
El interés por el metaverso se ha disparado en los últimos meses, tanto entre los ciudadanos en general como entre las empresas. Compañías de todo el mundo han decidido invertir miles de millones para desarrollar sus propios metaversos con la intención de no perder esta oportunidad de lo que algunos consideran la próxima revolución de internet, aunque sin tener muy claro todavía sus posibilidades ni sus limitaciones.
El concepto del metaverso no es nuevo. La primera referencia apareció en 1992, en la novela ‘Snow Crash’ de Neal Stephenson. El escritor estadounidense predijo en su obra una evolución de internet basada en la realidad virtual que ahora se está convirtiendo en realidad.
Técnicamente, se podría definir el metaverso como un ecosistema virtual basado en los juegos de realidad virtual y realidad aumentada, que trata de fusionar esa parte virtual con la física y en la que intervienen tecnologías de las comunicaciones, los juegos, las redes sociales y también la inteligencia artificial. Los usuarios acceden a él con gafas de realidad virtual e interactúan mediante avatares. Pero la verdadera novedad del metaverso frente a realidades similares como Second Life, es la fusión entre lo virtual y lo físico, es decir, conseguir que lo que ocurre en él no se quede solamente allí.
Bloomberg estima que la industria del metaverso podría alcanzar los 800.000 millones de dólares en 2024. Un estudio de Gartner calcula que en 2026 el 25% de las personas pasarán al menos una hora al día en este espacio y que el 30% de las organizaciones del mundo tendrán en ese año productos y servicios preparados para el metaverso.
Con estas previsiones, muchas empresas en todo el mundo están invirtiendo para crear sus propios metaversos, sobre todo ligados al marketing y al comercio electrónico. Compañías como Inditex ofrecen ya colecciones en el metaverso que pueden adquirirse tanto de forma física como virtual. No es la única, también Gucci, Coca-Cola, Louis Vuitton, Nike, Hyundai, Sotheby’s, Samsung, BMW, Accenture, Nvidia o Google forman parte de la larga lista de empresas de casi todos los sectores que ya han creado sus propios espacios virtuales. Meta (antes Facebook) y Microsoft lideran la carrera. La compañía de Mark Zuckerberg invirtió más de 10.000 millones de dólares solo en 2021, mientras Microsoft mejora los espacios virtuales para un teletrabajo más efectivo, entre otros proyectos.
NFTs, eventos, colecciones exclusivas, forman parte de las nuevas experiencias que las compañías ofrecen en el metaverso, donde la creación de un espacio digital y una comunidad de usuarios unen ocio y oportunidades de negocio.
En el sector financiero, inmerso en su propia transformación digital, impera la prudencia. Tanto las fintech como la banca tradicional están dispuestas a investigar las posibilidades del metaverso, aunque sin plantearse todavía seriamente su abordaje. Hay muchas incertidumbres sin resolver y preocupa también el reto de la ciberseguridad. Santander o BBVA están ensayando fórmulas y productos exclusivos para este universo virtual. Algunos ya dan sus primeros pasos, como Imagin de CaixaBank a través de ImaginLand o JP Morgan con la apertura de la sala Onyx en Decentraland. Otros como Goldman Sachs, Bank of America o Morgan Stanley siguen con atención la evolución de este mundo virtual, en el que las criptomonedas y las monedas digitales pueden haber encontrado su mejor medio de circulación.
Estamos en una fase inicial de esta tecnología, que todavía tiene que definirse, mejorar los entornos existentes y darse a conocer, porque muchos han oído hablar del metaverso, pero pocos han accedido a él o disponen de avatar. Además, habrá que ver cómo se desarrollan la seguridad jurídica y las cuestiones legales dentro de ese nuevo mundo virtual a medida que vaya creciendo, cómo se resuelven las cuestiones éticas o la privacidad y, en el caso del sector financiero, qué oportunidades abre este ecosistema sin límites geográficos y en el que estarán, seguramente, las nuevas generaciones de nativos digitales. En este punto, las fintech pueden tener ventaja gracias a su capacidad de innovación y de transformación digital.