Por Inversis
La Covid-19 ha sacudido a los mercados y los ha sometido a situaciones de incertidumbre y tensión que nadie esperaba. En este difícil entorno las gestoras han tenido que buscar fórmulas de inversión más adecuadas. Algunas han dirigido sus estrategias hacia lo sostenible, una tendencia en alza que en los últimos años ya estaba registrando significativos crecimientos y que, además, parece haber resistido mejor las tensiones y ha demostrado cierta resiliencia.
En un momento en el que toca plantearse cómo debería ser la recuperación, muchos apuntan que debe basarse en la inversión sostenible o ASG, que tiene en cuenta factores medioambientales, sociales y de buen gobierno corporativo. La pandemia y sus consecuencias sanitarias y económicas han puesto en valor las tendencias sostenibles. Muchas empresas que no pudieron mantener su producción por el confinamiento dirigieron sus esfuerzos a acciones solidarias y con ellas han ganado posiciones entre los consumidores, que valoran cada vez más el compromiso social de las compañías.
Las empresas que sean capaces de adaptarse a los cambios en el entorno social y medioambiental, a las nuevas inquietudes sociales, atraerán más clientes para su negocio, más talento entre sus empleados y serán más prósperas, señalan distintos analistas. No se trata de perder dinero en favor de grandes causas, sino de tomar decisiones de inversión en las que además del rendimiento económico se valore también el impacto medioambiental y social, de forma que se genere también valor de forma sostenible. Se trata de sacar partido al dinero a la vez que se hace una aportación positiva a la sociedad.
Lo sostenible, lo ecológico, lo digital es tendencia, tanto desde el punto de vista del inversor como del gestor. Unos y otros encuentran argumentos para respaldar este tipo de inversiones ASG. Los inversores respaldan compañías que se preocupan por el entorno, el medio ambiente, el buen gobierno corporativo y la sociedad; mientras que las gestoras que apuestan por inversiones sostenibles reciben mayor apoyo social, son mejor valoradas por sus clientes y se benefician de la resiliencia de estos activos, que pueden ser claves en el cambio del sistema productivo.
La financiación de una economía sostenible es uno de los objetivos de Europa. De hecho, el Parlamento Europeo ha aprobado ya una propuesta legislativa para la inversión sostenible donde sostiene que establecer criterios claros “sobre inversiones verdes es fundamental para atraer más dinero público y privado para que la Unión Europea pueda avanzar hacia el objetivo de la neutralidad de sus emisiones en el 2050, tal y como plantea el Pacto Verde, pero también para evitar el ecoblanqueo”.
Se estima que los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) aprobados por la ONU en la Agenda 2030 pueden aflorar oportunidades de inversión por importe de hasta 12 billones de dólares en 2030 y crear 380 millones de puestos de trabajo. Son cifras considerables y objetivos interesantes de inversión que muchas gestoras están ya teniendo en cuenta.
La integración de valores ambientales, sociales y de buen gobierno en los vehículos de inversión ya es un hecho. Tanto gestoras nacionales como internacionales cuentan ya con productos de inversión basados en estos principios y, por el momento, su mejor comportamiento relativo frente a otros menos sostenibles y la respuesta de los inversores hace pensar que no serán una moda fugaz.